HACIA LA FILOSOFÍA DESDE LA DIVERSIÓN Y HACIA LA DIVERSIÓN DESDE LA FILOSOFÍA
Etiquetas:
La verdad es que esta experiencia es muy dificil realizarla, el otro día rcién levantada me puse a pensar y digo voy a cntar hasta mil, empecé y la verdad es que bien, de vez en cuando se me iba la cabeza y empezaba a pensar en todo, en lo que haría, en todo lo que tenía que hacer ese día, pero todo eso sin dejar de contar, cuando ya iba por el 602 o así, me di cuenta de que iba contando hacia atrás y digo ¿Hola?, ¿qué hago?, bueno pues tuve que empezar desde el principio. intente cncentrarme al máximo pero otra vez empecé a pensar en que había hecho el dia anterior, que me diría mi amiga hoy,... y otra vez volví a contar haci atrás.
Volví a empear otra vez y sí me concentré, empecé hasta el 300 más o menos a contar con lentitud, y a partir de ahí conté mucho mas rápido hasta el 700, luego me cansé y volví a contar otra vez más lentamente hasta el 1000
Me tiré por lo menos 20 minutos contando bien todos los números y acabé con un dolor de cabeza que tuve que tumbarme a descansar.
Con esta experiencia me he dado cuenta de que es muy dificil estar totalmente concentrada por lo menos un cuarto de hora o 20 minutos,tienes que intentar olvidarte de todo, concentrarte en lo que estás haciendo y pensar que ya queda menos, que ya estás acabando.
Lo importante es no agobiarte, porque al agobiarte piensas en otras cosas y al fnal acabas olvidando que tienes que terminar de contar y cuando te das cuenta otra vez a empezar.
Esta experiencia es la primera vez que la hago y te puedo asegurar que la última, me siento impotente de no poder llegar al final, pensar que pasa el tiempo y que no llego y que tienes que empezar de nuevo, pff es muy agobiante.
A las dos veces de empezar pensé en dejarla pero dije,no, tengo que hacela y terminarla y aunque me tire una hora tengo que acabarla.
De buenas a primeras mientras contaba me dio por coger el móvil, para ver si me había llamado alguien, al mirar la llamada me acordé de esa persona que me llamó, de lo que estuve haciendo la tarde anterior con él, de la conversación que mantuvimos y de que yo tambíen lo tenía que llamar, bueno antes de eso me quedé por el 500 antes de empezar la primera vez de nuevo y cuando terminé de pensar en todo eso iba por el 600 contando hacia atrás, saltándome números y fue cuando dije: a empezar de nuevo.
La verdad es que después cuando lo cuentas te da risa porque dices con lo fácil que parece... pero no, en verdad cuesta muchísimo trabajo realizar esta experiencia y estar totalmente concentrada en ella.
Cuando acabé de acerla la cabeza me daba vueltas, sólo veía números y pense: ya no la hago más.
La verdad es quecuando empezaba de nuevo me empazaba a aburrir pero cuando de verdad lo conseguí concentrándome en el siguiente número que tenía que decir y a olvidarme de todo en verdad me divertí yo sola.
Lo que saco de esta experiencia es que tengo que aprender a concentrarme con más facilidad aunque a veces cueste mucho trabajo y mucho esfuerzo hacerlo.
Esta experiencia es bastante aburrida y difícil de realizar, no lo he conseguido a la primera. Acabo de terminar hace un rato de hacerla, y estoy incluso mareada de la concentración. Del uno al cuatrocientos cincuenta o así he ido muy rápido, sin parar. Me he echado sobre la mesa, con los ojos cerrados, en un intento de no distraerme mirando la pantalla del ordenador, la del móvil o incluso las paredes de mi habitación. Cuando he llegado a cuatrocientos cincuenta y algo he tenido que pararme un poco, pero enseguida he seguido contando. Hasta el número quinientos treinta o por ahí no he tenido ningún percance, he contado a una velocidad muy alta, aunque en algún momento he tenido que contar más despacio para no perderme. A partir de ahí he empezado a dudar de vez en cuando si me había saltado un número, pero a continuación me ha venido a la cabeza el número que creo que era (puede ser que me haya equivocado, no lo sé), así que he seguido contando. Cuando he llegado al seiscientos veinte estaba ya desesperada por acabar, incluso la mente me decía que dejara de contar, pero he conseguido seguir contando, no he parado en ningún momento. En el setecientos cincuenta o así me he hecho un lío, pero no sé cómo he conseguido acordarme de que iba por el setecientos cincuenta y seis y he seguido. Menos mal que lo he conseguido, porque ya que iba tan adelantada sé que si me hubiera perdido no habría sido capaz de volver a empezar. En el ochocientos diez o así, no recuerdo con qué número era exactamente, también me he bloqueado un momento pero antes de rendirme y después de pensar, he recordado por qué número iba y he seguido contando. Cuando iba por novecientos treinta, me he perdido. ¡Qué rabia me ha dado! Con lo poco que me quedaba… Me ha costado muchísimo, pero finalmente he decidido empezar de nuevo. Hasta el ciento cincuenta bien, pero ahí me he vuelto a perder, porque estaba haciéndolo sin ganas y con el enfado de haberme perdido antes cuando ya me quedaba poco. Ahí ya me he decidido a hacer todo lo posible por no desconcentrarme, he contado más lento para no perderme, y por fin lo he conseguido, aunque me ha costado mucho. Como he dicho antes, he acabado incluso mareada y con dolor de cabeza. Tengo muy claro que nunca más lo voy a intentar. Y ahora me pregunto el motivo de esta experiencia, es decir, para qué sirve. Supongo que hacer cosas como estas mejorará la capacidad de concentración o algo así. Si tengo razón en eso, a mí me haría falta hacer más cosas de estas porque soy muy distraída y me cuesta un montón concentrarme. De hecho, se ha visto muy claro en esta experiencia, ya que me ha costado mucho, me he perdido dos veces y he tenido que volver a empezar. Pero finalmente, lo he conseguido. A la tercera va la vencida, dice la gente. No tengo nada más que decir, y sé que no he escrito seiscientas cincuenta palabras, pero es que de verdad que no sé qué más contar sobre esta experiencia. Supongo que es mejor no llegar a seiscientas cincuenta palabras que inventarme cosas, así que aquí lo dejo.
Sentada en mi habitación, sin nada que hacer y completamente aburrida comienzo a plantarme la idea de cómo debería ser la experiencia de contar hasta mil. Pienso en mil cosas antes de hacer semejante sandez y locura. Empiezo a contar números de forma continua, despacio, pensando en que no debo equivocarme porque, hablando claro, sería un verdadero latazo, tener que volver a empezar otra vez desde el número más victorioso de todos: el primero. Ese número que forma parte de mi número favorito y que simboliza el oro en las competiciones, pero que, cuando menos me lo espere, aborreceré con todo mi alma.
Comienzan las equivocaciones habituales cuando ya me acerco al número trescientos, y otra vez, vuelta a empezar. Estoy un poco cansada, pero voy más despacio, para no tener que volver al principio. Pero me vuelvo a equivocar, esta vez, en un número cercano al ciento cincuenta. Mi cabeza, ha volado fácilmente a otros pensamientos y mundos diferentes, y es ahí donde reside mi error. Retrocedo y pienso con la cabeza bien fría: Cánovas, si quieres hacerlo bien, ¡concéntrate! Intento no pensar en nada más que acabar con la pesada experiencia de contar hasta el número mil, pero comienzo a equivocarme de nuevo y mi paciencia va llenando su vaso propio. Mis principiantes y notables nervios inician una batallan contra la paciencia que cada vez agoto y el nerviosismo se apodera del campo de la imperturbabilidad. Este hecho hace que comience a enumerar más rápido, lo que implica la consecuente y repetitiva equivocación. Mi paciencia se va agotando cada vez más y en vez de pensar en ponerme a contar de nuevo, me pongo a pensar en la impotencia que se apodera de mí.
En mi imaginación, se desarrolla la imagen cómica de unos números animados, con colores muy llamativos, con caras jocosas, alegres, riéndose de mi incapacidad para concentrarme, haciendo la experiencia más desagradable. Entre esos números, colmados de ironía y festividad, aparece el gran número uno, dorado, lleno de aires de prepotencia, con cara de muy pocos amigos, con una sonrisa muy poderosa y victoriosa, con el ego subido hasta las más altas nubes. Se va acercando hacia mí, pero se va parando por el camino cuchicheando con los demás, hasta que se para ante mí y me dice con una amplia sonrisa dominadora: Vas a tener que empezar de nuevo.
Entonces, mi odio hacia el número uno me domina por completo, pero consigo vencer la rabia y pensar con cabeza fría. Reflexiono sobre lo que me ha dicho ese gran tipo tan repelente y dominante y pienso por un instante, en que la mejor manera de callar a ese sujeto tan repugnante, será hacerle caso y comenzar a contar de nuevo.
Los números fluyen de manera continua, sin equivocación alguna, despacio, recitando las cifras sin pausa, pronunciando todos los fonemas correctamente. Ya voy por el número quinientos, el ecuador de mi cifra final y la meta que debo alcanzar. Hace tiempo que dejé de pensar en los dichos números animados burlándose de mis capacidades y atisbo la imagen de mi número enemigo con una sonrisa torcida y ya sin esa chispa autoritaria que la caracterizaba. Yo misma me sorprendo y me regocijo en la satisfacción que me produce ver a mi contrario obteniendo las expectativas contrarias a las que él tenía planificadas. Me voy acercando a mi meta, pero nace en mí la sensación de miedo que me provoca la posibilidad de que me pueda equivocar y, seguidamente, ralentizo mi ritmo en la recitación de las cifras, hasta que por fin, y después de un tiempo prolongado, llego a mi cifra límite, el número mil.
Esta experiencia parece fácil hasta que lo haces.
Lo primero que he hecho ha sido irme a mi habitación sola, he cerrado la puerta me he fijado en un punto y he comenzado a contar. Al principio he ido despacio pero cuando ya me iba acercando al número cien he empezado a ir cada vez más lento conforme iba avanzando me costaba pronunciar los números después de casi darlo por perdido me lo he pensado mejor y sólo imaginarme que tendría que hacerlo de nuevo me he dado aliento mí misma y he proseguido con un ritmo más dinámico e iba bien hasta el número doscientos y pico , no recuerdo bien , el caso es que ha entrado mi madre en la habitación hablándome , y al contestarle he perdido la concentración así que aunque me ha dado mucha rabia y he tenido que empezar de nuevo . He vuelto a comenzar pero con bastante menos entusiasmo que la vez anterior, ha pasado la frontera del número quinientos a pesar de que ha habido ocasiones en las que me he distraído, he podido retomar la cuenta. La cabeza creo que ha dejado de pensar y he seguido contando inconscientemente como si fuera un autómata, en un momento mientras iba por el ochocientos me he parado y he pensado que hacía yo contando hasta mil cuando hay muchas cosas más interesante y provechosas que hacer. ¿Por qué? ¡Vuelta a empezar! Con todo lo que ya llevaba caso lo consigo. En este tercer intento me he planteado seriamente el seguir con esta experiencia o cambiar a una menos desquiciante pero entonces me he acordado de lo que dijo el profesor de filosofía en clase que lo interesante era realizar aquellas que nos resultaran más difíciles. A sí que decididamente me ha levantado a por una vaso de agua y he vuelto a sentarme convencida de conseguirlo. Y he vuelto a empezar uno, dos tres, cuatro, cinco… Cada vez que la mente se distraía pensando en otras cosas me he obligado a seguir cien, ciento uno, ciento dos ciento tres… Mis piernas han empezado a moverse frenéticamente haciendo que mi ritmo al contar se acompasarás a ellas. La cabeza ha empezado a dolerme y se me ha vuelto secar la garganta pero en el tercer intento he logrado llegar a la meta ¡¡¡¡MIL!!!!! Me he echado sobre la cama y he respirado profundamente.
La conclusión que saco de esta experiencia es que creo que no había realizado algo tan pesado ni aburrido nunca, en un primer momento no creo haber sacado ninguna experiencia positiva de esto a parte de comprobar que soy una persona bastante impaciente. De todos modos ha sido muy gratificante conseguirlo y no haber dejado de intentarlo
FILOSOFIESTA por Fernando López Acosta se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
© 2024 Creado por Fernando López Acosta. Tecnología de