Había una vez un hombre que no quería cargar con su cruz. Todo el tiempo se quejaba de ella y afirmaba que era la peor cruz que existía.
Un día se encontró con Dios, quien muy preocupado, le preguntó qué le pasaba.
Tras quejarse ante Él de su cruz, Dios le llevó a un monte lleno de cruces de madera de todos los tamaños y formas: con nudos, lisas, grandes, astilladas, pulidas… ¡de todo tipo! Y allí le dijo: Ya que no quieres seguir cargando con tu cruz, te he traído aquí para que elijas entre todas estas cruces la que más te guste para cargarla en tus hombros.
El hombre, encantado con la idea, soltó su cruz, caminó hacia el resto de las cruces, y comenzó a probarlas todas. Había muchísimas y no sabía cuál escoger. Al principio, vio algunas que parecían impecables, pero si se fijaba descubría algún muñón o astilla que se le hincaban al caminar, otras las veía muy pesadas... y tras mucho tiempo probando todas las cruces, encontró una de tamaño medio, muy bien pulida. Pensó que si llevaba ésa le iba a pesar muy poco, mucho menos que la que había llevado hasta entonces. De modo que le dijo al Señor que quería llevarse aquella.
Entonces, el Señor le volvió a preguntar si estaba seguro de querer esa cruz, a lo que el hombre asintió.
El hombre estaba muy contento con su nueva cruz.
Pasado un rato, Dios se dirigió al hombre y le dijo: Da la vuelta a tu cruz y mira en la etiqueta a quien pertenece. El hombre, asombrado, vio que ponía su nombre. Entonces, Dios le explicó que había escogido la misma cruz que había llevado siempre, pero que, comparada con las que había en el monte, era la más ligera y, teniendo a Dios, la más fácil de llevar.
Fin.
He decidido contar este cuento porque, independientemente de que creemos o no en Dios, sí que es cierto que no sabemos hacer otra cosa más que quejarnos de nuestra vida, sin tener en cuenta que en el mundo hay personas mucho más desgraciadas que nosotros mismos.
P.D: En el caso de que alguno no crea en Dios, puede sustituir en el cuento a Dios por “un amigo de verdad”, ya que ellos son los que nos ayudan a llevar la cruz por el calvario.